Vistas de página en total

viernes, 10 de febrero de 2012

Entropía utilizable. Una paradoja imposible.

Rápidamente se desvanecen estos golpeos en el corazón pum pum , como si esa silueta sin sexo ni color se aleja lentamente en un túnel en dirección a un paisaje lleno de buenas intenciones pero pocas luces.

Lento, como remoloneando y diciendo va tengo el tiempo del mundo en morir, en que se me pare el corazón para ser juzgado poco después por aquellos que todavía tienen luz interior, en un mundo en el que todo son números y letras, en el que solo hay dos lado, dos extremos, dos polos totalmente opuestos que nos obligan a tomar nuestra primera decisión, ser nosotros mismos.

Un laurel, la planta de mis sueños, que me provoca un tranquilo y perecedero estado de ánimo, que me obliga  buscar esa luz en las tinieblas que me obliga a transformarme en mi demonio, en mi yang.

Un latigazo de chorro caliente se acerca hacia mi cara, consigo esquivarlo y miro a mi agresor. Sorprendido me doy cuenta que soy yo después de unos años. Nos miramos fijamente, es decir , me miro fijamente. me doy cuenta de lo que me decían, eso de que mi mirada era oscura y fría, como el frío invierno en un túnel de un pueblo comarcal cualquiera, tenian razón poca expresión de odio tenia en mi cara arrugada por el paso de los años y la inclemencia de las heridas de los sentimientos que están aún por cicatrizar.

De repente cambio su expresión, es decir cambie mi expresión facial por una mas socarrona y sonriente, como diciendo, se lo que vas a hacer, se como eres, porque tu eres yo. Tentativa a pegarme un puñetazo , tentativa no resuelta porque se interpuso la física, la imposibilidad de pegar a mi yo del futuro, entonces desistí y decidí que rendirme seria lo mejor.

Muerte súbita en una mesa desierta con el mantel puesto y las rosas en los vasos para tenerlo todo perfecto para una muerte deseada en un sitio solitario, velas para alumbrar algo oscuro, una chimenea para calentar algo  que quedo frío hace tiempo, amor a algo que no va a ocurrir nunca.

Gracias por leerme,

Mario.

No hay comentarios:

Publicar un comentario