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martes, 14 de febrero de 2012

Creí enmudecer cuando tocó mi corazón.

nervioso, con la pierna temblando, la boca salivando, haciendo virguerias para demostrar que no me importa que me destruya, que me busque, que me encuentre, sacando la bestia mas fuerte que obviamente es la mas importante pero no la que va ganar.

Una lucha de David dopado contra Goliat famélico y con hambre justa como su significado mas próximo al delirio máximo de autodestrucción.

Luchas épicas de palabras que disparan entre los labios y con los ojos señalas a los traidores que disparan por detrás que conquistan lanzado redes que te atrapan y tan solo puede pensar en lo que tu crees que es por voluntad.

En una noches caminado, escuchando mis pasos sobre los charcos que ha dejado el invierno esperando que se derritan y se evaporen recogidos por el verano y así poco a poco se acerquen cada vez hacia su destino, un destino que no para de moverse que aunque se mueve siempre esta en el mismo sitio, con el típico tic de nerviosismo te distrae y te envuelve en preguntas que no sabes responder y preguntas porque cunado quieres decir cuando, donde y como.

Cuando llegue el dolor y llegue el frío y el desamor duerma conmigo en la almohada y me acaricie con sus manos frías para decirme que esas lagrimas jamas serán recogidas, mejor no derramarlas y tirar hacia delante.



Gracias por leerme,

Mario.

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